Puede parecer una rutina sencilla, pero lavarse el pelo de forma correcta tiene más ciencia de la que parece. De hecho, muchos problemas como el exceso de grasa, la sequedad en medios y puntas o la falta de brillo tienen su origen en pequeños fallos al lavar el cabello.
En este artículo te contamos los errores más comunes que se cometen al lavarse el pelo y cómo corregirlos con gestos muy simples.
Uno de los errores más extendidos es creer que más producto significa mejor limpieza. Aplicar grandes cantidades de champú no solo es innecesario, sino que puede dificultar el aclarado y dejar residuos. Además, si el producto no está bien emulsionado previamente en las manos, es fácil que se concentre en zonas concretas del cuero cabelludo, provocando irritaciones o descompensaciones de grasa.
¿Cómo hacerlo mejor?
Utiliza una cantidad del tamaño de una moneda y asegúrate de emulsionarla con agua antes de aplicarla. Masajea el cuero cabelludo, no el largo del cabello. La espuma que cae al aclarar es suficiente para limpiar el resto.
Aunque parezca que estás “limpiando mejor”, frotar con fuerza o usar las uñas daña la piel del cuero cabelludo. Esto puede provocar microheridas, picor, irritación e incluso una mayor caída del cabello por tracción o inflamación local.
¿Qué deberías hacer?
Utiliza las yemas de los dedos y haz movimientos suaves, circulares, que ayuden a estimular la circulación sanguínea sin agredir. Este gesto es suficiente para eliminar impurezas, sebo y restos de producto, y es mucho más respetuoso con el cuero cabelludo.
A veces por prisa, otras por desconocimiento, no aclaramos bien el producto. Esto deja residuos que apelmazan el cabello, le quitan brillo y provocan sensación de suciedad al día siguiente. Incluso puede favorecer el picor o la caspa si los restos de producto obstruyen los poros del cuero cabelludo.
¿Cómo solucionarlo?
Aclara siempre con agua abundante y templada. No tengas prisa. Si notas el cabello algo áspero al tacto, eso suele indicar que ya no hay restos de producto. Un aclarado final con agua un poco más fría ayuda además a sellar la cutícula y mejorar el brillo.
Muchas personas con cabello fino, graso o corto evitan el acondicionador por miedo a que el pelo se engrase o pierda volumen. El problema es que sin acondicionar, el pelo se vuelve más quebradizo, cuesta más peinarlo y acaba dañándose.
Lo ideal:
Aplica el acondicionador solo en medios y puntas, nunca en la raíz. Déjalo actuar al menos un par de minutos y acláralo bien. Si tu pelo es muy fino, puedes usar una pequeña cantidad, pero no prescindas de él. También existen versiones sin aclarado que no apelmazan y aportan control sin peso.
Aunque el agua caliente puede resultar reconfortante, no es buena para el cabello. Abre demasiado la cutícula capilar, lo que puede causar deshidratación, encrespamiento y mayor sensibilidad al peinado posterior. En el cuero cabelludo, puede alterar la producción de sebo y favorecer la irritación.
Mejor opción:
Agua templada para lavar, y si puedes, termina con un chorro de agua fría. Esto ayuda a cerrar la cutícula, retener la hidratación y dejar el pelo más brillante y con menos frizz.
No hay una frecuencia de lavado “correcta” para todo el mundo. Algunas personas necesitan lavarse el pelo cada día (por sudor, grasa o actividad física), mientras que otras pueden hacerlo cada tres días sin problema. El error está en seguir una rutina fija sin escuchar lo que tu pelo necesita.
Consejo práctico:
Observa cómo responde tu cabello. Si al día siguiente lo notas apelmazado, con mal olor o con picor, probablemente necesitas lavarlo con más frecuencia, pero con productos suaves. Si por el contrario lo notas seco o sin vida, tal vez estés lavándolo demasiado.
Aplicar una mascarilla y aclararla inmediatamente es un error común que reduce al mínimo su eficacia. Las mascarillas están pensadas para penetrar en la fibra capilar y eso requiere unos minutos de exposición.
Cómo hacerlo bien:
Después del champú, elimina el exceso de agua con una toalla o con las manos, aplica la mascarilla de medios a puntas y déjala actuar entre 5 y 10 minutos. Mientras, puedes aprovechar para desenredar suavemente con los dedos. Luego aclara bien. Hazlo 1 vez por semana o cada 10 días.
Cambiar tu rutina de lavado no requiere una gran transformación, solo prestar atención a los pequeños detalles. Aclarar mejor, usar la cantidad justa de producto, respetar el cuero cabelludo y adaptar la frecuencia puede marcar una gran diferencia en el aspecto de tu cabello.
El lavado es el primer paso de cualquier rutina capilar eficaz. Y a veces, el único cambio que necesitas… es hacerlo bien.